LO QUE ME MUEVE
Lo que me mueve
Lo que me mueve
Magia. Hay algo extraño que le ocurre a la mente cuando estalla la tinta en el papel mojado; cuando una fotografía en blanco y negro desaparece por completo cuando sumergida en una sustancia química ha de volver esta como una imagen en tono sepia; cuando las chispas del electrodo crean un arco tan caliente como un relámpago y se funde el metal fusionándolo para siempre. Hay magia en el escenario cuando se sienta y se mira a los ojos de la audiencia y ver que hay lágrimas en sus ojos. Hay magia cuando la primera impresión se extrae de la piedra litográfica o cuando la cámara capta un instante en la vida de una persona, una mirada a su alma. Se podría uno perder pintando con aceite en un lienzo, el rebote del pincel, la vibración de los colores, el olor del aceite de linaza.
Las Mujeres. Me encanta la compañía de las mujeres. Como una cuestión de elección, prefiero la forma y mente femeninas, pero es, más que una elección estética. De mi madre, mis tías, mi hermana; mis mujeres, mis amigas siempre he admirado su manera de pensar de ver las cosas de una manera en que a los hombres nunca se les ocurriría. El misterio de una sonrisa o el terror de verlas huir de tu lado, incluso cuando están a tu lado, mirando a lo lejos como si fueras inexistente.
La Ciudad. Las avenidas parecen familiares, ha pasado tanto tiempo que el París de ayer ya no es el mismo. Permití al tiempo salir corriendo entre amaneceres y recuerdos. La ciudad es más que un concepto, es una entidad viviente. Nací y crecí en la Ciudad de México; una gran metrópoli monstruosa. Ahora con el concepto de “Ciudad” en mi mente debo añadir Chicago, París, Madrid y otros que he visitado sólo en mi imaginación. Amo la ciudad cuando entro en ella lo hago en serio, inalcanzable. Me permito caminar en los cementerios, frente a la profunda profundidad de la muerte, siempre estoy huyendo, convirtiéndose ausente en el momento preciso del ocaso.
He mirado sus ojos, me he visto reflejado en su alma, como en el espejo de agua del Parque México; y creo, a veces, que nunca voy a entender lo que contienen. Distante, nunca he conocido a un ser más frío que yo: es la dialéctica, ese materialismo irrespetuoso, inevitable. A la vista de la realidad no hay pregunta, tampoco hay una respuesta. Uno es. Nos guste o no, somos quienes somos; ni la religión, ni la teología, ni nada puede sustituir la realidad.
La presencia de su cara, a un segundo de distancia, juega con el movimiento del viento que nos une. Nadando en el Río Bravo me acordé de ti; como miles de veces repetí tu nombre y me sumergí en el agua marrón. Escapando de destino y chocando de frente con la realidad, con una realidad que todavía no puedo escapar. Cuarenta y un años ya. Cuarenta y uno ya.
Tu voz en Zipolite se registró en voz baja en la arena, pisoteado por las gaviotas que cayeron suspendidas en el océano de tu angustia. Naciente, oculta, tus palabras tomaron forma entre las rocas, que miden el misterio ancestral del rojo en tu cara. La mía …, transparente y sin rostro; veniste de Australia empapada de noche y silencio.
No soy dueño de nada. Cuando llega el frío, me tapa con su cuerpo, nada es mío. Tal vez yo nunca fui un asceta: Sin embargo, me veo mis manos, destruidas por ocupaciones indecentes y niego las formas de ellas emanadas. Ayer mismo, me preguntaba, seriamente, si es que vale la pena para golpear la piedra, para dejar la sangre entre el polvo de mármol, llenando los pulmones de arena, con el fin de descubrir, dentro de la piedra, el rostro soñado. Me miro en el espejo y no hay respuesta. (Enero 21, 2004-2015).